Derrame Cerebral.

Me despierto, me estoy clavando un escalón en la cabeza.
 Estoy en medio de una infinita escalera negra. Empiezo a subir escaleras. Me canso al minuto.
 Busco en mi bolsillo. Meto todo el brazo. No llego al final. Meto la cabeza. Me veo a mí mismo con la cabeza dentro de mi bolsillo. Me saludo y me devuelvo el saludo. Saco la cabeza del bolsillo. Abro la mano. Tengo una bola de billar blanca. La tiro escaleras abajo. No se oye nada. ¡Ay! Me ha caído una bola de bolos blanca en la nuca. Me rasco la parte dolorida y noto como un saliente. Tiro de él. Se trata de una bonita alfombra albanesa con estampaciones de elefantitos y abejitas. Hago una bola con la alfombra. Me la intento meter en la oreja. Lo consigo. Me pica el estómago. Me meto un escalón en la boca. Muerdo muy fuerte. Se rompe. Recojo mis dientes y el trozo de escalón. Mastico los dientes con el escalón. Me sale la alfombra por el codo. 
Meto una pierna por el agujero donde se encontraba el escalón. La saco. Sólo quedan mis huesos. Acerco el ojo. ¡Ay! Una uña del pie me ha lanzado una bola de billar negra. Se me cae el ojo escaleras abajo. Lo persigo. Caigo.
 Ruedo hacia el infinito. De pronto, paro el tiempo. Me levanto, me saco los pantalones, los cuelgo en un perchero. Reanudo el tiempo, no sin antes ponerme mis lentillas de lava. Ruedo. Me saludo a mí mismo con la cabeza metida en el bolsillo, que me acabo de encontrar de paso. Freno. Finalmente me paro. Estornudo.
 No veo ¡Me he quedado ciego! Me toco la cara. Sólo toco pelo. Me toco la coronilla de la cabeza y me meto el dedo en la nariz accidentalmente. Mi tráquea pide perdón a la tortuga que habita en Galápagos Distrito Federal. Me extraigo un moco con la típica forma; Una motocicleta acuática Smith con doble rotor bipartido diesel, a las finas hierbas y es tan cómodo que con ellas no notarás que la llevas puesta. Me saco un zapato. Miro dentro. Veo a una familia de tomates haciendo mantequilla. Les aconsejo que usen una pizza para encofrar la ventana de su gato de kétchup. Me tiran piedras tomatáceas. Les saco la lengua. Me lamo la frente.
 Tiro el zapato, al otro lado está listo mi pie con su casco de recibir zapatos y su guante nuevo, que le compré el otro día por cumplir años. Lo recibe limpiamente en el aire mientras se autolima el antebrazo con plumas de oso hormiguero translúcido. Hago el pinopuente colgante, con sujeciones bañadas en madera y secadas con hielo. Un momento... Ahora las escaleras son blancas... Vale... Las piso. Ellas no. Sigo adelante. Me encuentro a un elefante en el camino. Me escondo delante de él para que mi toga de agua no vea la televisión por cable. Es un elefante muy raro, que mide un metro ochenta y tiene pelo negro, incluso habla y me dice que es un humano.
 Lo toco con un palo. Le saludo con la rodilla. Me succiona el hombro. No tengo hombro. Corro sin hombro en círculos. Corro sin hombro en cuadrados. Corro sin hombro mientras describo un puzle de 40.000 piezas, pieza a pieza. Le doy las gracias y me trago una granada de hombro, ya que no tengo donde tirarla. Le digo adiós y me dejo caer de espaldas. Me doy en la cabeza con un trozo de nada. Me rompo la camiseta con un palo de brisa y me meto el palo en el alma, por vía sobaquíl. Lástima que no tenga hombro para tener un sobaco hecho de tinta de hormiga eléctrica de las llanuras de los montes de Alpino. Capítulo 17 bis. Me aplaudo a mí mismo. Me hago daño. Me sangran las playeras. Me pica el reloj.  Me doy las gracias y me voy a dormir. Me despierto. Han pasado 15 minutos antes. 

Me como las rodillas. Sólo me queda la única pierna de melocotón...Hago un esfuerzo. Suelto una flatulencia. Me salen alas. Una en el interior del tobillo y la otra en el páncreas. Vuelo con soltura. Me doy con el papel en la cabeza. Hago un agujero.
 Miro por él. Veo a un delfín invisible imaginario transparente asomado a una ventana cerrada. Cojo una caja de cerillas anti-costras de patas de mesa de salones de tercera planta. Se lo tiro.  Le doy Me da a mí. Dolor. Dolor. Me sangra el talón de la pierna de la espalda. Caigo. Se evapora el suelo. me doy un cabezazo con un trozo de suelo mal evaporado. Me saco un diente y me lo pongo en la encía, junto a sus 46 dedos restantes.
Me sale un grano en el grano del brazo. Le llamaré Elías. Dice que me odia. Se suicida. Explota. Las langostas aún no están en su punto. Ahora sí. Voy a la cocina. Saco el bidé hecho de niños del microondas y la lata de berberechos de naranja y chocolate. ¡Ahí está, es mi lápiz! Lo como. 
Ahora las langostas. Me llaman por mi nombre. ¡Oye, qué escaleras! Me tumbo y hago la croqueta. Me salen mejor de pie. Ahora doy vueltas. Eructo.
 Se enciende una luz. Salgo de la habitación. Feliz día de la nutria cantautora. Aunque nunca me gustó el arroz que salía de la hamburguesa de pan con piel. Lo de sus pecas me recuerda a lo que sale de una bomba de butano cuando lo fundes en tus costillas. Feliz día del calcetín lleno de cristal de peluche. Escupo el opio. Vuelvo a la normalidad.





Primer Premio del Concurso Literario del Colegio Monalco, 2009.
Pseudónimo: El Del Fondo.





[Eddy Designs] Have A Nice Day.

5 comentarios:

Geni Solà 2 de mayo de 2009, 21:37  

Un text increïble, Édgar, saps jugar amb les paraules i amb la teva imaginació. Felicitats!

David 3 de mayo de 2009, 0:08  

Mare meva, com t'hi cap tot això dins del cap? Tens caps externs o què, tiu! És un text fantàstic però també queda dir que estas com una refotuda cabra!
Enhorabona pel primer premi, figura, t'ho mereixes =)

Kekos 14 de mayo de 2009, 23:03  

Camino con mis pies de melmelada del sur de California. La mejor, señores, pasen y vean.
Cuando se gira la gaviota en forma de pared, me dice hola. Yo le levanto el dedo. Y ella se resiste, no quiere, porque le duelen las uñas. Me saco una esfera cuadrada de cerumen de la punta de un cabello de mi tío Frank. Margaret dice una palabra poco imaginativa y se tira por un barranco. Mientras cae, hace un triple mortal hacia atrás y se arranca un brazo, porque los huesos le molestan.
Sigo caminando, porque me persigue una nútria. ¡Oye, vaya cachibache llevas ahí, amigo! Tienes acento sureño. Me gusta. Te contrato por ello.
No me des las gracias. Tienes mucho que ahorrar ahora que tienes que cuidar una enorme esfera cuadrada de cerumen. Tu tío Frank lo agradecerá.
Me tiro por el suelo, porque me pica la pestaña de dentro de la boca. Cuando me doy cuenta, he llegado al mundo de los pequeños mamuts lanudos.
Se tejen su propia lana. Los colmillos no son reales, son hologramas creados por Los Otros. No quieren autollamarse, porque no les gustan las barras que suben y bajan, sólo las que se desplazan en forma ovalada interracial.

Empiezan las náuseas, el estómago me duele, y me saco el paquete de opio del recto.


Hey, buen texto. Por cierto, la palabra que tengo que introducir para verificación es "jodis". Me ha hecho gracia. El texto, también.

Geni Solà 26 de mayo de 2009, 17:59  

Què passa, aquí, amb tant d'opi? Sense drogues no hi ha imaginació, o què?

Kekos 28 de mayo de 2009, 9:38  

No.